El futuro de la fotografía profesional está en manos de los jóvenes que sacan fotos con su móvil; cuidémoslos

El futuro de la fotografía profesional está en manos de los jóvenes que sacan fotos con su móvil; cuidémoslos

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El futuro de la fotografía profesional está en manos de los jóvenes que sacan fotos con su móvil; cuidémoslos

Recuerdo mi primera toma de contacto académica con la fotografía como si se hubiese producido ayer mismo. Pero no fue ayer. Han pasado ya dos décadas y media, tiempo suficiente para valorar con cierta perspectiva qué supuso haber elegido la fotografía como asignatura de libre elección (E.A.T.P.) en aquel casi antediluviano segundo curso del ya desaparecido BUP.

En aquella clase de fotografía éramos solo cinco o seis alumnos, imagino que debido a que las asignaturas de teatro, informática o diseño eran más atractivas para mis compañeros de promoción. Pero yo lo tengo muy claro: debo a aquella elección mi pasión por la fotografía. Le debo estar escribiendo estas líneas ahora mismo. Cuando yo estudié BUP la fotografía no era ni mucho menos la opción más atractiva para los chavales que en aquel momento teníamos 15 años. La mayor parte de nosotros en el mejor de los casos solo podíamos aspirar a tener una cámara de juguete, en mi caso una Werlisa que llevaba adherida un diminuto vinilo de Indiana Jones. Pero hoy en día todo es muy diferente. La abrumadora mayoría de los chavales que tienen la edad que yo tenía en aquel momento lleva una cámara en el bolsillo de la que no se separa. La de su smartphone.

Es evidente que la fotografía es, gracias a la enorme popularidad que han adquirido los dispositivos móviles, infinitamente más accesible hoy que hace dos décadas. Y esto es bueno. Mucho más que bueno. Y lo es porque nos brinda la oportunidad de educar a los jóvenes para que sean capaces de descubrirla como la forma de expresión que es, mucho más allá de ese recurso para compartir selfis en las redes sociales para el que muchos la utilizan. Y no me parece mal. Pero la fotografía es mucho más que eso. En mi opinión, estamos en un momento fantástico para que la fotografía adquiera la relevancia académica que hasta ahora no ha tenido.

Es la hora de dejar de ser una «maría»

Cuando yo estudié fotografía durante mi Bachillerato, era una «maría». Una de esas asignaturas que se aprobaban «con la gorra», como la educación física, el teatro, la plástica o la música. Con la perspectiva que da la madurez ahora tengo muy claro que ninguna de ellas merecía esa consideración en cierto modo despectiva porque, al margen de su dificultad, o de la ausencia de ella, todas esas materias contribuyeron a fomentar la creatividad, la plasticidad y la cultura general de todos los que tuvimos la suerte de estudiarlas. Y la fotografía como la que más.

Werlisa

En aquellos primeros cursos descubrí el proceso de revelado químico, aprendí los rudimentos de la fotografía y adquirí la base que posteriormente me permitió indagar en esta forma de expresión mucho más a fondo. Afortunadamente para mí, la fotografía nunca fue una «maría». La elegí porque quería aprender a hacer fotos y aspiraba a cambiar mi vetusta pero añorada Werlisa por una réflex de Canon o Nikon, una de las sencillas, que en aquel momento me parecían «lo más». Tuve suerte. Pero me parece que hoy en día muchos jóvenes no tienen esta opción a su alcance, a pesar de que el caldo de cultivo actual es inmejorable gracias, como mencioné antes, a la indiscutible popularidad de la que se han apropiado los smartphones.

En mi opinión, la fotografía merece un hueco en el currículo académico de los jóvenes. Un hueco sólido que les permita conocer de dónde venimos, y hacia dónde vamos; la fotografía de película, Niépce, la composición, las proporciones, los rudimentos de la fotografía digital… No estoy reclamando que la fotografía tenga el mismo peso en el currículo que las matemáticas o la lengua, pero sí que se le dé mucha más importancia. Que esté presente, y no como una «maría». Es evidente que los jóvenes de hoy, algunos de ellos, serán mañana los profesionales de la fotografía, y tenemos la oportunidad y los recursos necesarios para que su formación sea infinitamente mejor que la nuestra. Porque lo que se aprende durante la juventud, no se olvida. Y se aprecia. Al menos, esta es mi experiencia.

Imágenes | Mohamed Muha | Todo Colección
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